Héroes
Desconocidos VI: Lita (Manuela)
(C) 2018 Victor D. López
Naciste
cinco años antes del comienzo de la guerra civil,
Y
viviste en una casita de dos pisos en la Calle de Abajo de Fontan,
Frente
al mar que les regalo su riqueza y belleza,
Y les
robo a tu hermano mayor y el más noble, Juan, a los 19 años.
De
chiquita eras muy llorona. Los vecinos te hacían rabiar con solo decirte,
“Chora,
Litina, chora” lo cual producía un largo llanto al instante.
A los siete
u ocho años quedaste ciega por una infección en los ojos. Te salvo la vista
El
medico del pueblo, pero no antes de pasar más de un año sin poder ir a la
escuela.
Nunca
recuperaste el tiempo perdido. Tu impaciencia y la vergüenza de estar atrasada,
Impidieron tus estudios. Tu profundo amor propio y la vergüenza de no saber lo
que sabían tus
Amigas
de tu edad, tu inquietud y tu inhabilidad de aguantar la lengua cuando te
corregían,
Crearon
una perfecta tormenta que desvió tu diminutiva nave hacia las rocas.
Cuando aún
una niña, viste a Franco con su escolta salir de su yate en Fontan.
Con la
inocencia de una niña que nunca supo aguantar la lengua, preguntaste a
Una
vecina que también estaba presente “Quien es ese señor?”
“El
Generalísimo Francisco Franco” te contesto en voz baja. Dile “Viva Franco”
cuando pase.
Con la
inocencia de una niña y con la arrogancia de una viejita incorregible gritaste señalándolo
“Ese es
el Generalísimo?” Y con una carcajada seguiste en voz alta “Parece Pulgarcito!”
Un
miembro de su escolta se acercó alzando su ametralladora con la aparente Intención
de Golpearte con la culata. “Dejadla!” Exclamo Franco. “Es una niña—la culpa no
es suya.”
Contaste
ese cuento muchas veces en mi presencia, siempre con una sonrisa o riéndote.
Creo
que nunca apreciaste el importe de tu “hazaña” de desprecio a la autoridad.
Creo que Nunca se te ocurrió que pudo ser por esa hazaña de tu niñez que
vinieron por tu padre. Que lo Llevaron preso. Que lo torturaron por muchos
meses y condenaron a muerte.
El
escapó su condena como ya he contado antes—con la ayuda de un oficial fascista.
Tan
fuerte era su reputación y el poder de sus ideas hasta con sus muchos amigos
contrarios.
Tal tu
inocencia, o tu ceguera psíquica, en no comprender nunca una potencial causa de
su Destrucción. A Dios gracias que nunca podrás apreciar la posible
consecuencia de tus palabras.
Tu
padre, quien quisiste toda la vida entrañablemente con una pasión de la cual
fue muy Merecedor, murió poco después del término de la guerra civil. Una madre
con diez
Bocas
para alimentar necesitaba ayuda. Tú fuiste una de las que más acudió a ese
Pedido
silencioso. A los 11 anos dejaste la escuela por última vez y comenzaste a
trabajar.
Los
niños no podía trabajar en la España de Franco. No obstante, un primo tomó
piedad
De la
situación y te permitió trabajar en su fábrica de embutidos de pescado en Sada.
Ganabas
igual que todas tus compañeras. Y trabajabas mejor que la mayoría de ellas,
Con la
rapidez y destreza que te sirvieron bien toda tu vida en todos tus trabajos.
En tu
tiempo libre, llevabas agua de la fuente comunal a vecinos por unos céntimos.
De
chiquita llevabas una sella en la cabeza y dos baldes en las manos antes y
después
De tu
trabajo en la fábrica de Cheche. Y les llevabas a muchos marineros en el puerto
Antes
del amanecer agua fresca por unos pocos céntimos más.
Todo
ese dinero era entregado tu madre con el orgullo de una niña que proveía
Más que
el sueldo de una mujer grande—al solo cambio de tu niñez y de la escuela.
También
lavabas ropa para algunos vecinos. Y siempre gratuitamente los pañales cuando
había
Niños
recién nacidos solo por el placer de verlos y poder estar con ellos.
Cuando
eras un poco más grande, ya de edad de ir al baile y al cine, seguías la misma
rutina,
Pero
también lavabas y planchabas la ropa de los marineros jóvenes que querían ir
muy limpios
Y bien
planchados al baile los domingos. Ese era el único dinero que era solo
tuyo—para
Pagar
la peluquería todas las semanas y el baile y cine. El resto siempre para tu
madre.
A los dieciséis
años quisiste emigrar a Argentina a la casa de una tía en Buenos Aires.
Tu
madre te lo permitió, pero solo si llevabas también a tu hermana menor,
Remedios, contigo.
Lo
hiciste. En Buenos Aires no podías trabajar tampoco por ser menor. Mentiste en
las Aplicaciones y pudiste conseguir trabajo en una clínica como ayudanta de
enfermera.
Lavaste
bacinillas, cambiaste camas, y limpiaste pisos con otros trabajos similares.
Todo
por ganar suficiente dinero para poder reclamar a tu madre y hermanos menores,
Sito (José)
y Paco (Francisco). Luego conseguiste un trabajo de mucama en un hotel
En Mar
del Plata. Los dueños apreciaron tu pasión por cuidar a sus niños pequeños.
Te
mantuvieron como niñera y mucama—sin doble sueldo. Entre tu (pobre) sueldo y
Propinas
de mucama, en un tiempo pudiste guardar suficiente dinero para comprar
Los
pasajes para tu madre y hermanos. También pudiste volver a Buenos Aires y
Conseguiste
alquilar un doble cuarto en una vieja casa de alquiler cerca del Consulado
español.
De aquellas—aun
menor de edad, trabajabas en el laboratorio Ponds—al cargo de una
Máquina
de empacado de los productos de belleza Ponds. Ganabas buen dinero, y
Vivieron
en el centro en esa casa hasta que te casaste con papa muchos años después.
Aun te perseguía
la mala costumbre de decir lo que penabas y de no dar el brazo a torcer.
El
sindicato de la Ponds trató de obligarte a registrarte como Peronista.
A gato
escaldado hasta el agua fría le hace daño. Reusaste a registrarte al partido.
Le
dijiste al sindicato que no le habías escapado a un dictador para aliarte a
otro.
Te
amenazaron con perder el trabajo. Y con repatriarte a ti y a tu madre y
hermanos.
Tu
respuesta no la puedo escribir aquí. Te llevaron frente al gerente general
demandando
Que te despidiera. Contestaste que te demostraran razones para despedirte.
Que te despidiera. Contestaste que te demostraran razones para despedirte.
El
gerente—indudablemente a propio riesgo—contesto que no había mejor trabajadora
En la fábrica
y que no tenía el sindicato razones para pedir que la despidiera.
Después
de un noviazgo de varios años, se casaron tú y papa. Tenían el mundo en sus
Manos.
Buen trabajo con ahorros que les permitirían vivir muy bien en el futuro.
No podías
tener hijos—los cuales siempre anhelaste tener. Tratamientos y tres años
Lograron
que me dieras vida. Vivimos por años en un hermoso apartamento en la ciudad.
Recuerdo
muy bien ese apartamento. Tengo uso de razón y recuerdos gratos desde antes de los
Dos años. Las cosas cambiaron cuando decidieron emprender un negocio
Que no
fue sostenible en el caos de la Argentina en los años 60. Recuerdo demasiado
bien el Sacrificio tuyo y el de papa—un tema para otro día. No para hoy.
Fuiste
la persona más trabajadora que conocí en mi vida. Tuviste una pasión por ser
madre
Que te
hizo ser demasiado protectora de tu único hijo. Me vestías con ropa exclusiva de
Les Bebes—Fui
un muñeco para quien no los tuvo de niña. No me dejabas fuera de tu vista.
El mantenerme
en un ambiente libre de gérmenes produjeron algunos problemas de salud.
Mi
pediatra te decía “Quiero verlo con las rodillas raspadas y las unas sucias.”
Tú lo
tomabas como un chiste. Me llevabas a menudo a un parque y a la calesita.
Lo
recuerdo como si fuera ayer. Pero no recuerdo tener ningún amigo hasta los
siete
Años. Y
solo uno entonces. No recuerdo una pandilla de amigos hasta los 13 años.
Triste.
Cuando comencé
a hablar como una cotorra con un ano de edad, y a caminar al mismo tiempo,
Me
llevaste al médico. El medico pensó que era solo idea tuya. Me mostro unas
llaves y me
Pregunto
“Sabes lo que es esto, Danielito?” “Si. Son las llaves de tu tutu,” le
conteste.
Después
de unas pruebas, le recomendaron a mi madre que alimentara mi curiosidad.
Según ella
era yo insoportable (algunas cosas nunca cambian). Desafortunadamente, cuando
Le hacía
preguntas que no podía contestar, inventaba cualquier respuesta. Si le
preguntaba a
Papa
por que el sol quemaba, a que distancia estaba, que eran las estrellas, por qué
una
Linterna
enfocada al cielo en una noche oscura no se podía ver, etc., etc., etc.
Me
contestaba con paciencia. Recuerdo viajes en tren o autobús sentado en las
piernas de mi Padre haciéndole mil preguntas. Por qué los aviones no tienen
ruedas debajo de pontones para
Aterrizar
y despegar en el agua? Desafortunadamente, mama inventaba cualquier respuesta
Para hacerme
callar en vez de decirme “no se” o “pregúntaselo a papa” o “vete al infierno.”
Cuando
me contaba algún cuento y no me gustaba como terminaba, “Caperucita Roja” por Ejemplo,
mi madre tenía que inventar un fin que me gustara mejor o aguantar un llanto
Interminable.
Pobre madre. Inventar lo que a Danielito no le gustaba podía ser peligroso.
Recuerdo
un día en el teatro viendo dibujos animados que me encantaban (y aun encantan).
El Pato
Donald salió en una escena comiéndose un tremendo sándwich. Le dije a mama que
Quería
un sándwich igual. En vez de contestarme que no era un sándwich de verdad, o
que me Llevarían a comer después del teatro (como de costumbre) se les ocurrió
decirme que me
Lo iba
a traer el Pato Donald al asiento. Cambio la escena y el Pato Donald salió sin
el sándwich.
Se cabo
el mundo. Empecé a chillar y llorar que el Pato Donald se comió mi sándwich.
Me había
mentido y no me trajo el prometido sándwich. Eso era algo insoportable.
No hubo
forma de consolarme o hacerme entender—ya tarde—que el Pato Donald también
Tenía hambre,
que el sándwich era suyo y no mío, o que lo de la pantalla no era realidad.
Ardió Cristo.
Se había comido el sándwich del nene el Pato Donald quien era (y es) mi
favorito.
La traición
de un ser querido así era inconcebible e insoportable. Me tuvieron que quitar
del
Cine a
grito pelado. No se me fue la pataleta por largo rato. Pero todo paso cuando mi
querida Tía Nieves (una prima) y me dio unas galletas marineras con mermelada más
tarde en su casa.
Cuánta
agua debajo del puente. Tus recuerdos como el humo en una placentera brisa ya se
han Esparcido, son moléculas insubstanciales como estrellas en el cielo, que no
pintan cuadros Coherentes. Una vida de conversaciones vitales vueltas a
susurros de niños en una tormenta Tropical, impermisibles, insustanciales, solo
un sueño que interrumpe una pesadilla eterna.
Así es
tu vida hoy. Tu memoria fue siempre prodigiosa. Recordabas el nombre de todas
las Personas que conociste en toda tu vida—y conversaciones enteral palabra por
palabra.
Con
solo tres años de escuela, te fuiste por el mundo rompiendo paso y aprendiste a
leer y
Escribir
ya después de os 16 anos en una ciudad adoptiva. Te fue más que suficiente.
Siempre
dije que eras mucho mejor escritora que yo. Cuantas excelentes novelas u obras
de Teatro y poesía hubieras escribido tú con la mitad de mi educación y el
triple de trabajo?
No ay
justicia en este mundo. Por qué le da Dios
pan a quien no tiene dientes? Tú prodigiosa Memoria no te permite ya que me
reconozcas. Fui la última persona que olvidaste.
Pero
aun ahora que ya no puedes tener una conversación normal en ningún idioma,
Alguna
vez te brillan los ojos y me llamas “neniño” y sé que por un instante no estas ya
sola.
Pero
pronto se apaga esa luz y vuelve la oscuridad. Solo te puedo ver unas horas un día
a la Semana. Las circunstancias de mi vida no me dejan otra mejor opción.
Algún día
no tendré ni siquiera la oportunidad de compartir unas horas contigo. No tendrás
Monumento
alguno salvo en mis recuerdos mientras me quede uso de razón. Toda una
Vida de
incalculable sacrificio de la cual solo dejaras el más pobre rasgo viviente del
amor
De tu único hijo quien no tiene palabras para
honrarte adecuadamente ni nunca las tendrá.
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